Autor: Joaquín Ricardo
Después del 7 de octubre, nada será igual en Gaza. Desde el momento mismo en que las milicias terroristas lograron penetrar el perímetro de seguridad que circunda la franja de Gaza e incursionaron en el sur de Israel, masacrando a más de 1,000 ciudadanos israelíes y tomando como rehenes a varios centenares más, además de asestarle un golpe mortal al tema de los dos Estados en el Medio Oriente, abrieron las puertas a la incursión de las Fuerzas de Defensa Israelíes en Gaza.
Para muchos académicos, está incursión sería una catástrofe humanitaria que dejaría muchas bajas entre los contendientes, y sus abanderados le piden a los Estados Unidos que utilice su liderazgo y sus magníficas relaciones con Israel, para evitar los problemas que acarrearía está acción, incluyendo una erosión del prestigio israelí en el mundo, así como de la influencia y el liderazgo estadounidense en este mundo convulso.
Por otra parte, existe la corriente de opinión de que la incursión es la única salida que le queda a Israel, después del feroz y aleve ataque de Hamas, con su saldo de civiles, niños y ancianos, masacrados inmisericordemente.
No debemos olvidar que Hamas, desde su fundación en 1987, se define como una organización creada con el fin de fundar un estado palestino incluyendo lo que hoy es Israel, Estado este último que no reconoce, sin nunca abjurar del uso de la violencia para la consecución de sus fines.
Ante su negativa a reconocer los Acuerdos de Oslo, al Estado de Israel y de renunciar a la violencia, la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá, entre otros muchos países, la consideran una organización terrorista.
A pesar de Israel retirarse de Gaza en 2005, Hamas nunca se ha preocupado por el bienestar de los palestinos. Solo así se explica que construyan centenares de túneles para sus incursiones a Israel y para proteger a su clase dirigente, en lugar de utilizar esa inversión para mejorar la infraestructura de su pueblo.
Durante más de dos décadas, Hamas tiene sojuzgada a su población, a la que obliga a respaldar su insensata guerra para destruir a Israel.
Ahora Israel se ve en la obligación de contemplar pasos más profundos y no limitarse a un alto al fuego para volver a la difícil convivencia con Hamas. Es un sentimiento de todo el espectro político en Israel que a Hamas debe destruírsele su potencial militar y erradicar a su dirigencia política; que Gaza debe ser desmilitarizada y que, en esta ocasión, Israel no acepta más tregua, ni cesación de hostilidades con Hamas, pues esta última utiliza las mismas como forma de ganar tiempo y reponer sus arsenales.
Es evidente que Hamas es una organización terrorista, sin ninguna agenda positiva. Hamas no logrará producir el Estado palestino, mientras les impone una vida difícil a los residentes en Gaza. Ahora, después de los ataques del 7 de octubre, los somete a las consecuencias de las acciones que, en defensa de su territorio, tomaría Israel.
La liberación de los rehenes y la desmilitarización de Gaza pudiese aminorar la respuesta de Israel. Lo que queda claro es que, en esta oportunidad, la desmilitarización de Gaza y la eliminación de la dirigencia de Hamas parecen estar dentro de los objetivos reales de la próxima etapa del conflicto.
Finalmente, para Israel parece existir una condición imprescindible como resultado de las acciones que se tomen, y es el hecho de que Hamas quede en una posición de nunca más constituir un peligro para la seguridad de Israel.