El Salvador – En un discurso en el que hizo referencias al que pronunció en 2019, cuando fue investido por primera vez, adelantó que tras centrarse en luchar contra las pandillas, ahora su prioridad será mejorar la economía.
“Ahora que arreglamos lo más urgente, que era la seguridad, vamos a enfocarnos de lleno en los problemas importantes, empezando por la economía”, dijo Bukele ante los miles de salvadoreños que llenaron desde primera hora de la mañana la plaza Gerardo Barrios, en el centro de la capital, San Salvador.
Pero dejó entrever que no será un camino fácil, que habrá que tomar "medicina amarga".
Y para que esta dé resultado, pidió a la población seguir "al pie de la letra" las instrucciones y "defender a capa y espada las medidas del gobierno". Se jactó de seguir una receta propia y en estar no solo cambiando el país, sino el paradigma, y atrayendo con ello la atención de otros países.
Representantes de varios de ellos participaron en la investidura, y generaron particular expectativa la llegada de algunos de los invitados internacionales, como el rey Felipe VI de España, el presidente de Argentina, Javier Milei, o el de Ecuador, Daniel Noboa, quienes mantendrán reuniones de alto nivel con el mandatario reelecto.
A quien Bukele ya recibió en su despacho es al secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Alejandro Mayorkas, con quien este viernes acordó fortalecer la cooperación entre ambos países.
El Salvador ahora ocupa titulares a nivel mundial por temas y eventos que pocos podían imaginar que ocurrirían en el llamado "Pulgarcito de América". Y la principal clave detrás de su transformación es la pacificación del país, lograda con la tan exitosa como polémica “guerra contra las pandillas”.
Además de reducir los homicidios a mínimos históricos, su estrategia de seguridad le valió una popularidad sin precedentes para un mandatario —un índice de aprobación del 90%, según varios estudios— pero también miles de denuncias por presuntas violaciones a los derechos humanos.
Asimismo, sus críticos señalan la concentración cada vez mayor del poder en la figura de Bukele y una deriva autoritaria en el país.