Ciudad de México.– La alegría de Eliezer López, un joven migrante venezolano de 20 años, era palpable cuando finalmente logró asegurar una cita para solicitar asilo en Estados Unidos. "¡Listo! ¡Listo, papá, listo!", exclamó López con los brazos alzados, celebrando junto a sus amigos en un campamento improvisado en la capital mexicana, donde ha residido los últimos meses.
La Ciudad de México, que históricamente no era un punto de paso habitual para quienes buscan llegar a Estados Unidos, se ha convertido en un destino temporal para miles de migrantes. Este cambio se debe a las recientes restricciones en la política de asilo del gobierno de Joe Biden, que han limitado las opciones para solicitar protección a través de la aplicación móvil CBP One.
Desde su implementación en junio, esta herramienta digital ha sido una de las pocas vías para que los migrantes puedan solicitar asilo en la frontera suroeste de Estados Unidos. Sin embargo, los retrasos en obtener una cita, el peligro en las ciudades fronterizas controladas por cárteles y la creciente presión de las autoridades mexicanas han hecho de la capital mexicana un punto de espera obligado.
"Este es un lugar donde han llegado a vivir hasta 2.000 migrantes en el último año", indicó Andrew Bahena, coordinador de la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes (CHIRLA), refiriéndose a uno de los campamentos más grandes en el barrio de La Merced. Allí, cientos de carpas de colores llenan una plaza frente a una iglesia, donde el 40% de los residentes son niños.
Los migrantes, como López, enfrentan dificultades significativas en estos campamentos. A pesar de la relativa seguridad que ofrece Ciudad de México, las condiciones son extremadamente precarias. "El campamento es un refugio", explicó López, quien descartó la idea de alquilar una habitación debido a los altos costos. En los campamentos, los migrantes construyen lo que llaman "ranchitos" con tablas, cartones y lonas, tratando de protegerse del clima inclemente.
La situación de salud también es crítica. Keilin Mendoza, una hondureña de 27 años, comentó que sus hijos se enferman constantemente, especialmente su hija de un año. "Ella es la que más me preocupa porque es la que más me cuesta recuperarla", señaló.
Las organizaciones humanitarias brindan asistencia médica limitada, pero los recursos son escasos, y la incertidumbre que rodea a los migrantes también afecta su salud mental, según Israel Reséndiz, coordinador de Médicos Sin Fronteras.
Mientras tanto, las tensiones entre los migrantes y los residentes locales han aumentado. A finales de abril, vecinos de la colonia Juárez organizaron protestas exigiendo que las calles no se convirtieran en albergues improvisados. "Se quedaron dormidos en la calle porque el gobierno los abandonó", dijo Eduardo Ramírez, uno de los organizadores.
A pesar de los esfuerzos de algunos migrantes por mejorar las condiciones de los campamentos, como formar grupos de seguridad y limpieza, los problemas persisten. Sonia Rodríguez, una salvadoreña que lleva diez meses viviendo en un campamento en el barrio de Vallejo, relató los episodios de hostilidad que han enfrentado, como cuando le arrojaron agua con cloro a un niño.
La Secretaría de Inclusión y Bienestar Social y la Secretaría de Gobernación de Ciudad de México no han respondido a las solicitudes de comentarios sobre la crisis en los campamentos, y representantes de la nueva jefa de gobierno de la capital, Clara Brugada, señalaron que el tema debe ser discutido a nivel federal.
Con las crecientes dificultades y la falta de soluciones claras, miles de migrantes como Eliezer López permanecen en un limbo, enfrentando un futuro incierto en la búsqueda de asilo.