Orlando Saillant Michel
La lucha por el reconocimiento y la supremacía dentro de los círculos políticos ha derivado en confrontaciones estériles, alejando la atención de asuntos fundamentales que requieren soluciones concretas.
En el enrevesado entramado político de la República Dominicana, los egos desmesurados han emergido como un obstáculo colosal para el progreso democrático. Más allá de las ideologías partidistas, los líderes políticos se encuentran en una danza constante de protagonismo y poder, priorizando sus ambiciones personales sobre el bienestar colectivo.
Esta exacerbación de los egos políticos ha contaminado el panorama, eclipsando debates cruciales sobre políticas públicas y relegando a un segundo plano las necesidades reales de la ciudadanía. La lucha por el reconocimiento y la supremacía dentro de los círculos políticos ha derivado en confrontaciones estériles, alejando la atención de asuntos fundamentales que requieren soluciones concretas.
Las personalidades dominantes en el accionar de la política nacional han construido una cultura en la que la vanidad y la autoafirmación prevalecen sobre la colaboración y el consenso. Esta dinámica, marcada por la polarización y la búsqueda incansable de reconocimiento, ha minado la credibilidad de las instituciones y ha erosionado la confianza de la población en sus representantes.
Es esencial un cambio de paradigma, uno que privilegie la colaboración sobre la confrontación, y la acción colectiva sobre el interés personal. La política vernácula de la República Dominicana necesita urgentemente líderes que estén dispuestos a trascender sus egos, priorizando el bien común y abrazando la pluralidad de ideas en pos de un desarrollo genuino y sostenible para todos los dominicanos.
