Por José Alberto Selmo
Director
En el día de ayer se vivieron momentos de tensión en un callejón de La Romana. Un hombre,
con fusil en mano, se había atrincherado en su casa luego de haberle dado muerte a dos
motoristas de su mismo sector, vecinos. Antes se había paseado con su arma en las estrechas
calles de su barrio.
El hecho lamentable puso en alerta máxima a los vecinos quienes incrédulos llamaron a la
policía, no podían creer que su vecino, el ebanista pacífico y servicial, habría hecho semejante
crimen a plena luz del día y ante la mirada de todos.
Pero, ¿qué había pasado? ¿Cómo inició todo este desastre? Según los comentarios de los
vecinos, conocidos por décadas del agresor en cuestión, este habría sido sometido a un robo
constante de sus herramientas de trabajo, así como la misma madera que compraba con los
adelantos económicos de sus clientes para realizarle muebles, según cuentan los motoristas
hacían su agosto en el mes que fuere desde que el ebanista se movía, revendiendo la materia
prima a terceros.
El ebanista, cuentan, se querellaba ante la policía mediante el destacamento local, pero
además de no prestar atención a su denuncia se burlaban en su cara, reitero…cuentan.
Evidentemente esto provoco una profunda decepción con sentimientos de ira, los cuales
expreso de la peor manera tomando con sus manos la justicia que el país, el estado y la
Republica le negaron, haciendo lo que nunca debió hacer.
El resultado fue funesto, 2 muertos y 6 policías heridos. Le fallamos a Román Guerrero
Tavares, el ebanista allá en callejón de Guaymate, Villa Pereira en la Romana, pero también a
los dos civiles asesinados como a nuestros policías.
Les fallamos porque es cuestión del sistema.