La situación actual de Haití debe hacer que República Dominicana comience a mirar con carácter de prontitud, seriedad y responsabilidad la relación integral pasada, presente y futura que se debe tener con el pueblo haitiano.
Haití y República Dominicana comparten una misma isla; transacciones comerciales bilaterales, más no así aspectos culturales e idiomáticos.
Como siameses, unidos por la naturaleza, debemos mantener nuestra relación basadas en reglas claras y sin que primen las imposiciones imperiales de la política internacional.
Del lado Oeste de la isla está Haití, en su lucha incansable por encontrar su autodeterminación y desarrollo; tratando de escapar del cerco que le han impuesto las históricas potencias hegemónicas, que han domesticados los lebreles locales para morder a su pueblo a cambio del poder y sangre de su propia gente.
Por el lado Este, República Dominicana, en su lucha constate por seguir avanzando hacia el desarrollo y fortalecimiento de su institucionalidad y despojarse de la pesadilla de 1844 que todavía acecha la soberanía nacional, azuzada de manera permanente por los jugadores profesionales de la geopolítica y por la imaginaria inducida de un pueblo hambriento que ve sus miserias como responsabilidad de los dominicanos y no de sus gobernantes.
Es oportuno que el liderazgo nacional se despoje de intereses personales o grupales, se unifique en torno a una Mesa Permanente de Nación; donde se determinen y debatan las políticas de estado, las estrategias de comunicación nacional e internacional sobre defensa mediática, los cabildeos diplomáticos en organismos internacionales, estrategias de mercados fronterizos y todo lo concerniente a nuestra delicada relación con Haití y los poderes transnacionales que nos hacen cargar sus culpas como si fueran nuestras.
República Dominicana tiene que crear una conciencia propia de nación y sin ambages, no olvidar nuestra historia reciente de apenas 184 años, para no repetirla sin reparos; posicionarnos con firmeza en el presente para transitar hacia el futuro con la verdadera nación que queremos los dominicanos de corazón tricolor.
El liderazgo nacional en sus diferentes representaciones políticas, religiosas, sindicales, gremiales, profesionales, empresariales, educativas y las fuerzas vivas de la nación deben verse en el espejo que vive la empobrecida nación haitiana, para en sus entrañas ver las razones que la han llevado a su estado actual, para tomar las píldoras preventivas y curarnos en salud.
Quitemos el estigma del candado puesto después de robar, asemos las batatas de pies, si es posible; quitémonos cada una de esas construcciones gramaticales que nos encadenan a lo no programado y hagamos del ejercicio de patria nuestra conducta habitual.