Por: José Alberto Selmo
En días pasados el director de la DIGESETT, entidad gubernamental que debe velar por
el orden y fluidez del tránsito terrestre en todo el territorio nacional, dijo que los tapones
no existen per se, dejando a la pura imaginación, pero con el más duro sarcasmo que nos
imaginamos lo que día a día vivimos en nuestras vías.
Y mientras los ciudadanos pierden la paciencia ante la impotencia de un mejor flujo
vehicular que se conecta de manera directa con los problemas propios de la pos
pandemia, las elevadas temperaturas e inestabilidad emocional, los tapones, según el
señor director, no dejan de ser puras percepciones.
Basta con salir de su casa sin escolta, sin dos motos que vayan haciendo camino al
andar, sin agentes que agilicen porque viene el jefe para que esa percepción sea tan real
como la que más.
Experiencias como éstas, con nuestros servidores públicos, esos que están para que la
comunidad pueda vivir tranquila y en paz, nos enseñan que debemos vivir siempre con
los pies rozando la tierra, que nuestras posiciones transitorias no nos hagan cometer el
error de creernos la burbuja en la que se nos deposita de manera tradicional en el país,
dónde el poder es capaz de cualquier cosa, hasta de ignorar que estamos cada día peor.
Ante una crisis, según expertos, hay momentos que lo mejor es guardar silencio.