Por JOSE BAUTISTA
La victoria obtenida por el presidente venezolano, Nicolás Maduro, constituye una crónica de una muerte anunciada, pues un candidato que tenía todo a su favor, lógico es que resulte ser el ganador de las elecciones del domingo 28.
El Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) de la tierra del libertador Simón Bolívar lo declaró ganador en los comicios de ese país con un 51.20 por ciento de los votos en las urnas, a la que asistieron la mayoría de los venezolanos a ejercer su deber ciudadano.
Con un 80 por ciento de los escrutinios, el presidente Nicolás Maduro dominó a la oposición que encabezó el candidato presidencial, Edmundo González, quien obtuvo el 44.2 por ciento de los votos emitidos.
Edmundo González y sus seguidores en la campaña electoral, previa a las elecciones presidenciales, decían que ellos ganarían los sufragios con más de un 80 por ciento de los votos. Una tesis imposible de aceptar y concretar.
Lo que parece que desconocían Edmundo González y sus seguidores, que el candidato presidente Nicolás Maduro, tiene a su favor el poder económico, el poder político, el poder militar y el amplio respaldo de la estructura chavista, la cual trabajó y promovió por todos los rincones electorales de Venezuela esa candidatura oficialista.
Entiendo que la oposición política y electoral de la República Bolivariana tiene un gran respaldo, pero no con la fuerza suficiente para derrotar a Nicolás Maduro, que se ha catapultado como presidente constitucional del hermano país.
La oposición política venezolana tendrá que esperar otro período electoral para intentar alcanzar el poder ejecutivo de uno de los países productores de petróleo del universo.
