Redacción.- ¿Sabía que el 12 de marzo ha sido designado como el Día Mundial del Glaucoma, y que del 9 al 15 de marzo de 2025 tiene lugar la Semana Mundial del Glaucoma? Son fechas que todos deberíamos tener en cuenta, según los expertos.
El glaucoma es una enfermedad ocular caracterizada por el aumento de la presión intraocular (presión del líquido que se encuentra dentro del ojo) y por lesión del nervio óptico (grupo de fibras nerviosas que trasladan mensajes visuales al cerebro) y que puede acabar en una pérdida parcial o total de visión.
“En condiciones normales, una parte del interior del ojo está llena de un líquido transparente llamado humor acuoso, que se va renovando continuamente, pero que a veces no se elimina correctamente produciéndose un exceso de fluido” explica José Ramón García Baena, óptico-optometrista a cargo de Producto y Servicios de Salud Visual en General Óptica (GO).
“El humor acuoso se drena a través de una zona llamada trabécula, a la cual nos referimos cuando hablamos del 'ángulo de drenaje'. Si ese ángulo es muy pequeño, el drenaje no funciona correctamente y el fluido se acumula” según el especialista de GO (www.generaloptica.es).
“Cuando la producción y eliminación de humor acuoso es correcta (los fluidos de nuestros ojos están en equilibrio), la presión ocular se mantiene constante. Pero si la eliminación del líquido no se produce de manera efectiva, se produce un aumento de la presión intraocular, que daña el nervio óptico, creando zonas ciegas en nuestra visión” apunta García Baena.
Primeras fases asintomáticas
Una de las características del glaucoma es su capacidad para desarrollarse sin síntomas muy evidentes en las fases iniciales.
Pero a medida que la dolencia avanza, pueden aparecer señales que pueden alertar de su presencia, como pérdida progresiva de la visión periférica; dificultad para ver en ambientes oscuros o con poca luz; visión borrosa y halos alrededor de las luces; y dolor ocular y enrojecimiento, según García Baena.
El aumento de la edad (a partir de los 40 años); los factores hereditarios (antecedentes familiares de esta enfermedad); la presión intraocular elevada (de forma habitual); las condiciones médicas asociadas (diabetes y problemas cardiovasculares); los problemas refractivos (miopía o hipermetropía); y el uso prolongado de medicamentos (corticoides), pueden aumentar las probabilidades de desarrollar glaucoma, según añade.
Para prevenir las consecuencias del glaucoma “es vital realizar exámenes regulares para detectar cualquier anomalía en la presión ocular. La prevención es la mejor estrategia ante el glaucoma y el seguimiento continuo es la clave para intentar preservar una buena salud visual” destaca García Baena.
Añade que estas revisiones incluyen la medición de la presión intraocular, con un instrumento llamado tonómetro; y exámenes de imagen, con herramientas como la retinografía.
La importancia de las revisiones preventivas
El glaucoma es una enfermedad silenciosa que, sin un diagnóstico precoz, puede llevar a la pérdida total de la visión. Al avanzar sin síntomas evidentes, muchas personas buscan ayuda médica cuando ya han sufrido un daño visual irreversible. Se prevé que su impacto seguirá aumentando en los próximos cinco años, según los especialistas de la aseguradora médica privada Sanitas (www.sanitas.es).
“El carácter asintomático de la enfermedad en sus primeras fases hace que la mitad de los pacientes desconozca su diagnóstico, lo que retrasa el inicio del tratamiento y eleva el riesgo de ceguera” explica la doctora Sara Hernández, oftalmóloga y experta en glaucoma del Hospital Sanitas CIMA.
“La pérdida de visión puede prevenirse si se detecta a tiempo. Los principales factores de riesgo incluyen antecedentes familiares, miopía o hipermetropía alta, presión intraocular elevada, edad avanzada, diabetes, hipertensión arterial o tensión arterial demasiado baja, apnea del sueño y trastornos circulatorios” explica la doctora Hernández.
“Por ello, los especialistas recomiendan las revisiones oftalmológicas periódicas a partir de los 40 años, e incluso antes, con el objetivo de diagnosticarlo en sus primeras fases y frenar su progresión” recalca.
"El problema del glaucoma no es solo su alta prevalencia (en torno al 3 % de la población), sino el desconocimiento de los pacientes”, lo que conduce a que “la mitad de las personas afectadas no sabe que tiene la enfermedad hasta que han perdido parte de su visión de forma irreversible”, señala Hernández.
“La detección precoz es la mejor herramienta para preservar la calidad de vida y evitar complicaciones graves", enfatiza.
Los expertos de Sanitas aconsejan que las personas con factores de riesgo se sometan a controles oftalmológicos desde antes de los 40 años.
“Además, el uso prolongado de corticoides, incluso en colirios, puede aumentar el riesgo de desarrollar esta enfermedad, por lo que es fundamental que un especialista supervise su administración” apuntan.
Diagnóstico y tratamientos
“El diagnóstico temprano requiere pruebas especializadas como la tomografía de coherencia óptica, el campo visual y la paquimetría, que permiten evaluar el estado del nervio óptico y la presión intraocular”, de acuerdo a la doctora Hernández.
“Afortunadamente, los avances en el tratamiento han abierto nuevas opciones para los pacientes. Técnicas como el láser SLT y las cirugías mínimamente invasivas han demostrado ser eficaces para reducir la dependencia de los colirios y mejorar la adherencia al tratamiento” puntualiza.
Señala que "el avance en las opciones terapéuticas es una gran noticia para los pacientes, ya que permite un control más eficaz de la enfermedad con menos efectos secundarios y complicaciones, pero el éxito del tratamiento sigue dependiendo de una detección precoz".
“Existen distintos tipos de glaucoma. El más común es el de ángulo abierto, que evoluciona lentamente y sin síntomas hasta que la visión está seriamente comprometida” precisa.
Por otro lado, “el glaucoma de ángulo cerrado puede desarrollarse de forma repentina y provocar un aumento brusco de la presión intraocular, causando dolor intenso, visión borrosa y enrojecimiento ocular”, puntualiza esta oftalmóloga.
Para reducir el riesgo de desarrollar esta enfermedad, también “es recomendable adoptar hábitos que contribuyan a la salud ocular, como seguir una alimentación equilibrada rica en antioxidantes y ácidos grasos omega-3, realizar ejercicio físico regularmente para favorecer la circulación sanguínea ocular y evitar el tabaco, que puede afectar negativamente al nervio óptico”, concluye.
EFE