Por: Joseph Mendoza
Para ser eficiente, en cualquier ámbito del quehacer humano, es necesario, al menos, tener disciplina, empatía, talento y sólida formación cultural. Consciente de ello y por su gran calidad humana y profesional, el Dr. Franklin García Fermín ha logrado transformar el Ministerio de Educación Superior, Ciencias y Tecnologías en verdadero paradigma de eficiencia, transparencia, avance y novedad.
Siempre guiado por la luz de la sabiduría, ha sabido combinar, de manera significativa, la educación, la ciencia y la tecnología en la institución que muy bien dirige. A ello habría que agregar, ante todo, el trato humano, demasiado humano, que dispensa a lo que laboran en la MESCYST.
García Fermín es, a todas luces, trabajador, creativo y prudente, con elevando sentido de la pertinencia, que no se arredra ante ninguna situación por difícil que parezca. En lo esencial, se trata de un político visionario que sabe descifrar e interpretar la lógica de los acontecimientos a través de agudos relámpago de lucidez mental.
Gracias a ello, entre otras cosas, García Fermín es innovador, auténtico, afable, sabio, inteligente y visionario, con gran vocación de servicio. Además de sólida formación profesional, posee una valoración conceptual profunda de los procesos de enseñanza-aprendizaje y distintos escenarios políticos, así como de los avances vertiginosos de la tecnología y la complejidad del cibermundo, el ciberespacio, la cibercultura y la cibernética. Eso le ha permitido ponderar los cambios societales y la alteridad con el otro. Por esa y otras razones, es un alto funcionario ejemplar y eficiente, con muy buena preparación jurídica, gerencial y profesional.
Junto al brillante equipo de cualificados profesionales que les acompaña, ha podido convertir a la MESCYST en un modelo institucional de auténtica calidad funcional, que ha venido contribuyendo con el desarrollo y afianzamiento del Sistema Nacional de Educación Superior Dominicano. Por tal razón, habría que decir, con toda certitud, que el “yo” preclaro de la conciencia de García Fermín, sin quedar desvanecido en la espesa sombra del no saber, aprehende la verdad, al tiempo que desentraña los más diversos sentidos del palpitar político, social y económico, no solo nacional, sino internacional.
Cabría resaltar, de manera indubitable, que García Fermín no escucha los alaridos agónicos y desesperantes de los pasadizos más recónditos del abismo de la nada y, sin ofuscarse siquiera una vez, visualiza, con asombrosa maestría, los signos visibles e invisibles de la realidad material y espiritual. Y lo más importante: vislumbra, en su justa dimensión, los atisbos zigzagueantes de la realidad de los hechos. De ahí que su exégesis de lo que ves, siente y escucha sea, además de sutil, profundamente seductora.
Diríase, sin exageración alguna, que logra burlar, con percepciones explicitas, los escupitajos fugaces de las ilusiones desvaídas y trémulas, que se deslizan, cuál si fuesen briznas imperceptibles, por los resquicios espeluznante de un devenir impregnado de incertidumbre.
Para eso, ciertamente, es imprescindible tener mucha capacidad y, si se quiere, buen dominio de las emociones. La gran filósofa estadounidense, Marta Nussbaum (la cual recibió hace algunos años el prestigioso Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales), escribiría alguna vez, no sin razón, que:
“las emociones en opinión de Aristóteles”, no son siempre correctas, de la misma manera que tampoco las creencias o las acciones. Y seguido han de ser educadas y armonizadas con una visión correcta de la buena vida. Pero, una vez educadas no son esenciales simplemente como fuerzas impulsoras de la acción virtuosa: son también como hemos sugerido: ejercicio de reconocimiento de la verdad y el valor. Y como tales no son simplemente instrumentos de la virtud, sino parte constitutiva de la actuación virtuosa” (…).
Plenamente convencido de que es así y no de otro modo, García Fermín, fundamentado en la virtud, educa cuidadosamente sus emociones; las descodifica y comprende en sus más ínfimos detalles. Eso no es casual: se debe, principalmente, a que sabe combinar la inteligencia emocional con la sabiduría emocional, ya que es consciente de que hay personas sabias sin ninguna inteligencia y a la inversa: personas inteligentes carente de sabiduría.
La combinación armoniosa de inteligencia y sabiduría le ha permitido ser dueño de sí y, sobre todo, trascender a los laberintos de prejuicios, sin dejar de reconocer, claro está, el significado del conocimiento cómo herramienta vital para avizorar el sentido y fundamento de los hechos.
Por sus importantes logros como ministro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, García Fermín ha dado muestra de sobra de que conjuga muy bien la teoría con la práctica y el conocimiento con el valor. Cabría decir, sin más, que es sumamente mesurado, en tanto cuanto sabe tomar decisiones atinadas y admirable madurez de juicio. Diríase, no sin motivo valedero, que esa virtud le da la libertad de actuar con seguridad y firmeza inquebrantable.
En su interesante obra “Oráculo manual y arte de la prudencia”, Baltasar Gracián afirma, con notable claridad:
“Algunos ya nacen prudentes. Llegan a la sabiduría con esta ventaja de un innato buen juicio, y por eso ya tienen andando medio camino para acertar. Con la edad y la experiencia la razón madura completamente. Alcanzan un juicio muy equilibrado. Rechazan todo capricho como tentación de la prudencia, especialmente en materias de Estado en las que por suma importancia se requiere total seguridad en los aciertos. Estos merecen asistir al timón del Estado como gobernantes o consejeros”.
En definitiva, Franklin García Fermín, por su agudeza perceptiva; visible madurez de juicio y vasta experiencia política y profesional (además de su contagioso carisma de líder natural), es un ministro y visionario, de gran calidad humana y profesional, que reflexiona con certeza el porqué de las cosas.
En verdad, habría que decir que más que cualquier otra, esa es la mayor expresión de su grandeza de espíritu y eficacia interpretativa para desentrañar y comprender los sentidos y verdades ocultas tras la apariencia de los discursos quejumbrosos y vaciado de sentido de aquellos sujetos, que por conveniencia, proyectan y reproducen, con mala intencionalidad, posverdades y subterfugios que procuran frenar, de manera absurda, el progreso, la democracia y el desarrollo social de nuestro país.