Por: Pavel De Camps Vargas
BÁVARO, REPÚBLICA DOMINICANA — Imagina un paraíso. Playas de postal, hoteles de lujo, el sol eterno que seduce a millones de turistas. Ahora, rasga esa foto brillante y mira debajo: un rincón del país secuestrado, un pedazo de tierra donde las leyes dominicanas son un eco lejano y la bandera tricolor apenas un recuerdo desvaído. Bienvenidos al Hoyo de Friusa, el enclave que el Estado olvidó y que otros conquistaron sin disparar un tiro.
Aquí, en el núcleo urbano del Distrito Turístico Verón-Punta Cana, el orden se desmorona. Migrantes haitianos ilegales —millas, tal vez decenas de millas— han tejido una red de vida paralela: comercios sin registro, calles sin control, una demografía que crece como pólvora bajo la mirada ciega de un gobierno que prefiere selfies a soluciones. Esto no es integración. Es ocupación. Y el reloj está en cuenta regresiva.
Hoyo de Friusa no es un "problema migratorio". Es una gran bomba social con la mecha encendida. Décadas de negligencia política, de empresarios codiciosos apostando por mano de obra barata y explotada sin control, sumado a los medios silenciados por el miedo a ser "políticamente incorrectos" han creado un monstruo. No es casualidad: es el fruto podrido de la indiferencia. Y este 30 de marzo, mientras el país conmemora la Batalla de Azua —el día en que dijimos "no" a la invasión haitiana hace 181 años—, la Antigua Orden Dominicana ha decidido gritar "basta" donde más duele.
La cita es este domingo 30 de marzo, de 2:00 a 6:00 pm, será el epicentro de la crisis. No es una protesta cualquiera: es un rugido cívico, una advertencia tallada en tricolor. No se marcha contra personas, sino contra el abandono, contra la traición de quienes juraron proteger esta tierra y hoy miran al horizonte como si nada pasara. Pero el riesgo acecha. En Friusa, donde el nacionalismo dominicano es visto como una amenaza por quienes se sienten dueños del caos, la paz pende de un hilo. ¿Qué tan absurdo es que un tema dominicano por su vida alzar su bandera en su propio país? No es ficción. Es 2025. Es ahora.
Pregunta incómoda: ¿dónde carajo están los que mandan? El Congreso Nacional, esos señores de traje que debaten nimiedades mientras el país se desangra. Los partidos políticos, expertos en promesas vacías y ausencias estratégicas. Las cámaras empresariales, tan elocuentes en foros internacionales pero mudas ante la informalidad que engulle sus zonas "modelo". Ministros, alcaldes, jueces, fiscales: un coro de fantasmas. ¿Complicidad? ¿Cobardía? Elige tu veneno. El resultado es el mismo: un Estado que se evapora mientras el territorio se fragmenta.
No te engañes: esto no termina en Bávaro. El virus de Friusa ya tiene metástasis. Santiago, Santo Domingo, Higüey, San Pedro de Macorís: barrios enteros caen bajo el mismo guión. Entrada ilegal, asentamientos sin freno, explosión demográfica, caos total. Es la anatomía de una nación que se desdibuja. Si no se corta aquí, mañana será tarde. Muy tarde.
Que quede claro: esto no es xenofobia. Es amor con los puños cerrados, el que defiende lo suyo cuando el enemigo no es un pueblo vecino —víctima de su propio colapso—, sino los traidores de adentro que venden la patria por un puñado de votos o un margen de ganancia. Tachar esto de "odio" es el truco barato de quienes protegen el statu quo. Aquí no hay racismo. Hay historia. Hay dignidad. Hay un pueblo que dice "no más".
Esta marcha no es un evento. Es un parteaguas como Moises cuando abrió las aguas. Es la línea de Pizarro, una línea en la arena que separa a los que luchan por la República de los que la entierran con su silencio. Recuperar el Hoyo de Friusa —con estrategia, con ley, con coraje— es el primer paso para salvar lo que queda. Porque si cedemos hoy, mañana no habrá obituarios: solo ruinas de lo que un día llamamos hogar.
¿Y tú? ¿Marchas o miras para otro lado?