VIDA, IGLESIA Y SOCIEDAD
Por: José Ramón Rodríguez
La intolerancia siempre va disfrazada y nunca se presenta como tal, pero el disfraz que más molesta y que a mi juicio hace más daño, es cuando se disfraza de justicia y de amor por la iglesia. La pequeña historia de hoy tiene que ver con esto. Con la inconsistencia de amar y rechazar, de amar y separar.
Eran alrededor de la 1:30 AM de un miércoles cuando sonó el teléfono celular. Al principio creí que se trataba de la alarma diciéndome que la hora de levantarse para iniciar la lucha contra el colesterol, los triglicéridos, el sobre peso y la búsqueda de un abdomen plano había llegado. Le doy a desactivar, pero sigue sonando y entonces me pongo nervioso y sé que se trata de una llamada, y como ser humano que soy, y pastor, pienso lo peor. No tengo lentes puestos así que no veo quien llama y al responder, escucho esa voz familiar pidiendo excusa por la hora de la llamada, me trajo tranquilidad inmediata. Es un pastor amigo con quien he compartido buenas y malas noticias por los últimos 17 años.
Acorte la cortesía de los saludos y pase a preguntar ¿Qué te pasa? Es más, o menos como decirle: ¿tú no ves la hora que es? ¿Por qué rayos me estas llamando y no esperas que amanezca? Entonces me dijo que iba camino a su casa después de una larga reunión con su junta diáconos y líderes de la iglesia y lo que había pasado allí tenía que compartirlo con alguien que lo pudiera entender (o sea alguien que haya pasado por situación parecida). Sabía que esto era para largo, así que salí de la habitación y me fui a mi sillón reclinable de la sala para escuchar una larga historia.
Hacia un tiempo antes de que él llegara como pastor de esa iglesia se estaba hablando de ampliar el edificio porque la congregación estaba creciendo. En ese proceso hubo cambio de pastor como se da en las iglesias conciliares y llego él y encontró los planes. Con mucha cautela desde el principio manifestó que cualquier inversión en ese espacio no resolvía el problema a largo plazo, de modo que debían sentarse de nuevo conversar al respecto. Los inconvenientes eran muchos: no había parqueos, no había espacio para clases de niños, y solo era el santuario o el auditorio propiamente dicho, de modo que cuando hablaban de ampliar solo hablaban del auditorio. Cuando tuvo su primera reunión y el tema surgió se le hizo saber que por la honra al pastor anterior esa expansión se iba hacer, y que él tenía que darle seguimiento a los planes y proyectos que encontró.
Luego de varias reuniones el planteo que en vez de ampliar ese edificio lo que veía bien, dado que la iglesia estaba desparramada en toda la ciudad, es que se abrieran nuevos campos de predicación en varios puntos de la ciudad con mira a que se convirtieran en iglesias independientes en un futuro. ¿Cuál es el problema por el que me estas llamando a la 1:30 AM de la madrugada si podía esperar a que amaneciera para hacerme esa historia que nada de novedosa tenia? Me dio el porqué: el presidente de los ancianos, diáconos y otros líderes entendían que su propuesta era contraria a la de ellos y que él debía someterse a lo que ellos le presentaron o sencillamente no podían estar juntos.
Esperó que el resto de los ancianos y líderes que estaban allí se pronunciaran al respecto, no ocurrió, y como me dice fue peor. El líder de mayor influencia dijo: por amor a la iglesia y por un asunto de justicia usted debe someterse o irse. El pidió que le dieran un tiempo para pensarlo y que le respondería luego. Ellos, los líderes, le dieron hasta las 3:00PM de ese día para que le respondiera una cosa o la otra porque ellos tendrían una reunión a las 5:00PM donde él no estaría y esa información sería el insumo para la misma. Por eso me llamaba y quería mi consejo o mi opinión al respecto ¿Qué hago? me dijo ¿Qué respondo? ¿Qué le digo a mi familia?
Ya a estas alturas el sueño se me había ido, pero no tenía claridad mental aun, me hacía falta un café para comenzar a pensar, así que solo pude decirle: no veo diferencia doctrinal en la situación, no hay queja moral en tu contra, la relación entre ustedes ha sido llevadera, la iglesia es receptiva a tu ministerio, tú tienes buenos planes para esa iglesia, sencillamente ora y lo que Dios ponga en tu corazón respóndele y si necesitas más tiempo pídeselo. Lo sentí tranquilo y confiado que todo se resolvería sin mayores inconvenientes y que para la hora establecida haría contacto con sus líderes.
A las 6:10 PM de ese mismo día me llamo para decirme que le había pedido más tiempo para pensarlo. Le pregunte de inmediato ¿Cuál fue su reacción al saber que no tenías una respuesta? Y me dijo que lo acababan de llamar para decirle que se había tomado la decisión de sacarlo de la iglesia y ponerlo a disposición del concilio. Cuando me lo dijo guarde silencio un rato y fue cuando me dije para mí la frase que da inicio a esta pequeña historia: La intolerancia siempre va disfrazada y nunca se presenta como tal, pero el disfraz que más molesta y que a mi juicio hace más daño, es cuando se disfraza de justicia y de amor por la iglesia. Gano la intolerancia en este caso y en muchos casos más hasta que…. ¿Es que aún no sabemos que la tolerancia no es para lidiar con los iguales? Es para lidiar con los diferentes. ¿Qué deben hacer los que piensan diferentes? ¿Es ese el modelo de Cristo para su iglesia? No, y los intolerantes lo saben, porque Cristo ha sido tolerantes con ellos.
Cuando los líderes de la iglesia quisieron argumentar asuntos que no tenían nada que ver con su decisión, la relación de rendición de cuenta que había entre nosotros y conocida por ellos, fue el elemento que salvo su reputación. Tuve que asistir a varias reuniones en la que estuvo su esposa y sus hijos adultos con los líderes nacionales de su concilio y ancianos de la iglesia local y la transparencia con que siempre nos tratamos fue la clave para que un liderazgo sano fuera salvado de la intolerancia de quienes no aprenden a manejarse con la diferencia.