Por: Hernán Paredes
República Dominicana es la tierra de los debates estériles, pues en nuestro país aún estamos discutiendo asuntos que otras naciones resolvieron en siglos pasados, como por ejemplo, el caso de permitir decidir sobre el aborto en tres situaciones graves de vulnerabilidad: cuando la vida de la madre está en peligro, cuando el feto es inviable y en caso de violación.
Recientemente, la aprobación del proyecto de Código Penal en el Senado generó controversias por precisamente dejar fuera el aborto en las mencionadas tres casuales, pero también se generó controversia por el hecho de que la pieza considera que violar a la pareja es menos gravoso que la violación a una persona que no guarda relación sentimental con el agresor.
Es decir, el proyecto aprobado considera penas de hasta 20 años de prisión por violación, pero, si el mismo delito se comete contra la pareja, la pena máxima se reduce hasta los 10 años de cárcel. Es como si alguien considerara que cualquier delito, hasta el asesinato, debiera tener penas más laxas si la víctima compartía lazos sentimentales con el victimario.
Pero en el país de los debates inútiles la cosa no se podía quedar ahí solamente, así que un veterano diputado, Eugenio Cedeño, se despachó con las siguientes declaraciones:
"Si yo estoy casado con mi mujer y me quito el condón porque me dio la gana de embarazarla a ella… aunque ella no quiera, es mi mujer. Si yo estoy casado con mi esposa y yo me retiro el condón para embarazarla eso no tiene que ir al Código Penal, ni al Código Civil. No, porque para qué se casó conmigo, y para que se encuera conmigo, para qué duerme conmigo en mi cama…"
Sin embargo, lo terrorífico del caso es que no se trata de declaraciones aisladas de un troglodita del siglo XIX, no, para nada, esta visión machista que hace creer al hombre ser el propietario de la vagina de su mujer es compartida por la mayoría de dominicanos, aunque muchos no se atreven a expresarlo públicamente por razones evidentes.
Ahora bien, tengo que decir que quisiera estar equivocado, pero el último informe Barómetro de las Américas reflejó que, en la República Dominicana, el 35% de la población aprueba la violencia contra la mujer en casos de infidelidad, mientras que el 26%, aunque no aprueba la violencia, la entendería si esta descuida sus labores en el hogar, es decir, más del 60% de los dominicanos y las dominicanas hemos normalizado lo anormal.
Si lo anterior no es suficiente para que crean que el primate diputado es solo un reflejo del dominicano promedio, solo tienen que irse a las estadísticas de feminicidios de nuestro país y compararlas con las de otras naciones de la región.
Según el Observatorio de Igualdad de Género de la CEPAL, las tasas más altas de feminicidios o muertes violentas de mujeres por razón de género por cada 100 mil habitantes, en 2022, se registraron en Honduras (6,0), la República Dominicana (2,9), El Salvador y el Uruguay (1,6 en ambos países).
Al final lo que está sucediendo es que hemos creado un ecosistema social tóxico que inculca a niños y niñas una serie de prejuicios de superioridad y hasta de propiedad del hombre sobre la mujer que luego de adultos se hacen difíciles de eliminar sin ayuda profesional.
Por tanto, y ya sabiendo el origen del mal, solo queda actuar consecuentemente, asumiendo un verdadero abordaje integral y aplicando el método científico, no las mismas viejas recetas que no han funcionando hasta ahora.