La gobernabilidad en Francia está en juego. Ha habido una carrera contrarreloj hacia unos comicios que no estaban ni previstos ni eran necesarios. Para el presidente Emmanuel Macron, su decisión de convocar elecciones anticipadas era la "solución más responsable".
Las tensiones políticas en el país galo han dividido familias y amigos. No solo el destino de un gobierno o un líder está en juego en las elecciones parlamentarias, cuya primera vuelta es este domingo, sino también el de un sistema político. Los riesgos no tienen que ver únicamente con esperanzas que se pierden o carreras políticas que se truncan, como sucede en una democracia funcional en tiempos de paz, sino con violencia real.
“En Francia, estamos saltando a lo desconocido”, dice el veterano analista político francés Nicolas Baverez.
Hace dos semanas, Macron sorprendió al país con el llamado a elecciones anticipadas, tras su derrota frente a la extrema derecha en las elecciones del Parlamento Europeo. "Francia necesita una mayoría clara en serenidad y armonía", dijo. Pareciera que el líder galo pensó que una campaña relámpago disuadiría a los votantes de su coqueteo con los “extremos” y devolvería una mayoría centrista a la Asamblea Nacional.
Pero muchos creen que no hizo el cálculo correcto. Hay una probabilidad alta de que la conformación de la Cámara Baja favorezca contundentemente a la oposición, lo cual podría llevar al cambio del primer ministro.
La organización de extrema derecha Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés: Rassemblement National), de Jordan Bardella y Marine Le Pen, sigue muy por delante en las encuestas, mientras que una alianza de izquierda –cuyo principal actor es La France Insoumise, grupo de la extrema izquierda- se asoma en el segundo lugar.