Rafael Céspedes Morillo
(Pido excusa por interrumpir los artículos: ‘’Chávez, Maduro y Yo’’, porque considero que la amenaza de Diosdado Cabello al país, amerita algún comentario de mi parte).
La ciudad de Caracas no es fácil de aprendérsela, aun a mí, que me considero con mucha capacidad de ubicación y en los primeros días a veces no sabía dónde estaba y vivía desubicado. Tenía alguien que había recién llegado a Caracas y conocía más que yo, pero no lo suficiente como para yo sentir seguridad en el transporte.
En una oportunidad teníamos una conferencia de prensa en el Consejo Nacional Electoral (CNE), usaríamos unos videos que yo tenía en mi poder, porque Chávez me los entregó con la confianza de que no se perderían y no tendrían otro uso que el ya planeado, pero sucedió que me perdí y llegué unos 45 minutos más tarde de lo previsto.
Cuando finalmente llegué, Chávez, al saludarme me dijo en voz baja, ‘’estaba pensando que te habían secuestrado, debemos resolver eso, recuérdamelo’’.
Asentí con un gesto, para no revelar el miedo que tenía, por las cosas que me pasaron en el trayecto.
Terminada la rueda de prensa, nos fuimos a las oficinas que teníamos en el edificio Kiope, nivel mezanine, en Las Mercedes, al lado donde unos meses después estarían las oficinas de Diosdado Cabello, allí estaba CONATEL.
Ya en las oficinas, me dijo: hay que ponerte un chofer que conozca bien la ciudad, eso no puede volver a pasar, con que me pase a mí es suficiente.
Es que a veces teníamos unas reuniones con figuras y personas que eran muy secretas y Chávez, mucho menos yo, sabía llegar a su casa, teníamos que poner una posta cerca para que cuando la reunión terminara nos trasladara.
Cuando analizamos mi situación, vamos a asignarte a alguien que conozca la ciudad y que sea de confianza, yo le agregué y que no hable mucho, que sea medio callado, él me dijo: ¿sabes cual es Diosdado?
Creo que sí, le dije, es de la brigada de Carreño, pelo corto, bajito.
Sí, ese mismo, pues me parece bien, asígname a Diosdado, en seguida llamó a Carreño, el capitán Pedro Carreño era el jefe de una de las brigadas de seguridad de la cual formaba parte Diosdado.
De inmediato, se cumplió la orden y así Diosdado pasó a ser mi chofer en esos días de inseguridad y mucho trabajo.
Alrededor de dos meses y medio después, mientras Diosdado y yo almorzábamos, me dijo: quiero pedirle un favor, claro mi hijo, dime… confieso que repasé mentalmente la cantidad de dinero que tenía, porque visualizaba que por ahí era el favor, pues él vivía con unos 300 bolívares semanales que le entrega Jorge Castillo, secretario privado de Chávez y responsable del pago de todos los miembros de seguridad y el personal de la oficina.
“Es que yo quiero que usted me devuelva a la brigada, a mí no me conviene estar separado del comandante, yo me siento bien con usted, no es por nada malo, solo es cuestión de conveniencia para mí. Así más o menos expresó el tipo de favor quería y el porqué.
Le dije que lo veía razonable, pero que me diera unos días para buscar una salida que no le perjudicara en la razón del traslado, que podían malinterpretar.
Dos semanas después, negocié con Chávez crear dos contactos entre él y yo, uno por brigada, para, en los casos que yo no estuviera presente y él o yo necesitara hablar, lo hiciéramos a través de ellos ¿hay problemas con Diosdado?
No, le respondí, de hecho, creo que él debe ser uno de esos contactos-
Aaah! Me parece bien, y me pusieron a Luis, un ser de súper calidad.
Diosdado comenzó a mostrarme quien en realidad era.
En la saga de artículos que escribo, diré como llego él a Conatel y que pasó después entre Diosdado y yo.