Paiorta, Valencia, España.– El municipio de Paiporta, en la Comunidad Valenciana, intenta volver a la normalidad después de la riada devastadora provocada por la DANA de la semana pasada. Cinco días después, el panorama sigue siendo desolador, con calles todavía cubiertas de barro, escombros y vehículos arrastrados por la fuerza del agua. Los vecinos, entre ellos un grupo de jóvenes de la falla Plaça Cervantes, se congregan frente al ayuntamiento para compartir abrazos y lágrimas, encontrando consuelo y fuerzas en la comunidad.
“La sensación es de impotencia”, relata Alberto Betes, residente afectado cuya casa sufrió graves daños y cuyo padre perdió su negocio de indumentaria valenciana. La planta baja de su vivienda quedó completamente destruida, un reflejo de la magnitud de la catástrofe que dejó a los vecinos enfrentando no solo la pérdida material, sino también la incertidumbre de lo que vendrá.
Este lunes, Paiporta recibió refuerzos de efectivos del Ejército y agentes de policía de diversas comunidades autónomas, cuya llegada marca un punto de inflexión en las labores de limpieza y recuperación. Policías de Galicia, Extremadura y Navarra, junto a militares y voluntarios locales, trabajan sin descanso para despejar las calles y restablecer el paso en las vías principales y puentes de la localidad. Sin embargo, muchas áreas permanecen inaccesibles, lo que mantiene a algunos residentes, especialmente los mayores, confinados en sus hogares.
“El barro ha destruido todo lo que estaba a menos de dos metros de altura. Los autónomos han perdido sus locales y vehículos, y hay familias que se han quedado sin nada”, comenta un vecino. La magnitud del desastre es tal que la ayuda de voluntarios y maquinaria sigue siendo insuficiente para cubrir las necesidades de la población.
El auditorio municipal y las zonas aledañas se han transformado en centros de distribución de víveres y materiales de limpieza. Voluntarios y agentes reparten comida y artículos de primera necesidad, mientras el colegio local centraliza la recepción de donaciones. Las botas de agua, los productos de limpieza y la lejía se han convertido en elementos esenciales, ya que la lluvia reciente volvió a ablandar el barro cuando comenzaba a solidificarse.
La situación de escasez ha sido especialmente dura en cuanto a alimentos y medicamentos. Familias enteras hacen fila para recibir los bocadillos proporcionados por la organización World Central Kitchen, que se ha sumado al esfuerzo humanitario. Desde este lunes, un autobús gratuito conecta a los vecinos con la ciudad de Valencia, ofreciendo un respiro y acceso a servicios básicos que aún son limitados en Paiporta.
Por primera vez desde la riada, algunas calles del centro de la localidad volvieron a encender sus luces, un pequeño signo de avance que ha aliviado el temor a los saqueos que se producían al caer la noche. Sin embargo, muchas viviendas del casco antiguo continúan sin electricidad ni agua, prolongando la angustia de sus habitantes.
Entre el olor acre de la basura acumulada y el ruido de las palas y escobas que no cesan, la solidaridad se alza como el motor que sostiene a Paiporta. “Sin los voluntarios, esto no habría sido posible”, repite Paco, un residente de 63 años que muestra las marcas de agua en su hogar, a dos metros del suelo. Conmovido, agradece el apoyo de amigos y desconocidos que le han ayudado a despejar su casa, una labor que no habría podido hacer solo.
En toda la localidad, las cadenas humanas de voluntarios continúan limpiando escombros, conscientes de que el trabajo es inmenso y que la reconstrucción llevará tiempo. Sin embargo, Paiporta se enfrenta a la tragedia con la fortaleza y la unión de quienes, aunque heridos, están decididos a salir adelante.