Puerto Príncipe, Haití.- La capital haitiana ha vivido una semana de alta tensión y desplazamientos masivos debido a la intensificación de la violencia de pandillas, dejando a miles de personas en situación desesperada. Nuevos campamentos improvisados emergen en terrenos baldíos y espacios públicos como refugio para quienes huyen del terror, destacando la fragilidad de la seguridad y la gobernabilidad en el país.
En Bourdon, frente al antiguo establecimiento de Mickey Mouse, decenas de familias comenzaron a instalarse en el patio de fiestas conocido como KID, utilizando postes, lonas y mantas como único resguardo.
Este campamento alberga a personas desplazadas de Solino y Nazón, zonas donde las bandas armadas, como la coalición “Viv ansanm”, han sembrado el caos. La misma situación se replica en lugares como la escuela República del Ecuador y la Oficina de Protección Ciudadana (OPC), donde cientos de familias buscan refugio temporal.
Vidas al límite
Entre los desplazados se encuentra Renée, de 21 años, quien perdió ambos pies durante el terremoto de 2010 y depende de prótesis que no han sido reemplazadas en cuatro años. Su situación es un reflejo de la precariedad: “A causa del viaje, me lastimé el pie y el dolor se ha intensificado”, comentó desde el patio de la OPC, donde duerme al aire libre junto a su madre y otros desplazados.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), al 13 de noviembre al menos 4,372 personas han sido desplazadas en Haití, de las cuales 3,856 se encuentran en Puerto Príncipe. El 76% de ellas están concentradas en ocho campamentos, dos de los cuales surgieron en la última semana.
Violencia generalizada y caos social
La semana comenzó con ataques masivos de pandillas que paralizaron la ciudad. El lunes 11 de noviembre, la coalición “Viv ansanm” atacó varios barrios, provocando el cierre de escuelas y negocios en la capital. En Solino, se registraron incendios en viviendas, mientras que en Vivy Mitchell se reportaron ataques similares.
En un hecho que recordó las peores crisis recientes, pandilleros dispararon contra aviones en el aeropuerto internacional Toussaint Louverture. Esto llevó a la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) a suspender todos los vuelos comerciales hacia Haití por un período de 30 días.
El caos también alcanzó a figuras públicas: el martes, la uróloga Déborah Pierre y su padre fueron atacados por hombres armados. Pierre perdió la vida en el incidente, mientras su padre resultó herido. Este ataque, junto con otros enfrentamientos en zonas residenciales y carreteras, ha intensificado el clima de miedo.
Un país paralizado
La violencia también ha afectado el acceso a recursos básicos. Las largas filas en estaciones de combustible y bancos reflejan un colapso económico inminente. El cierre de la terminal de Varreux ha generado temores de una nueva crisis de combustible, mientras que la mayoría de las escuelas permanecen cerradas.
En este contexto, los desplazamientos masivos y los enfrentamientos diarios subrayan la creciente incapacidad del gobierno haitiano para controlar la situación. Los rumores de ataques y la falta de una respuesta coordinada han dejado a Puerto Príncipe al borde del colapso.
Mientras las autoridades lidian con el desafío de garantizar la seguridad, miles de personas continúan viviendo bajo la amenaza constante de la violencia, sin soluciones claras a la vista.