Las elecciones del 19 de mayo fueron una muestra más de que nuestra democracia es fuerte y sana. Ver los resultados presidenciales a tres horas de cerrar los recintos nos hizo recordar con humor las épocas en que, una semana después, la población todavía estaba en vilo ante la posibilidad de fraude.
Sin embargo, esa misma democracia aún necesita ajustes perentorios sobre temas que riñen con los objetivos que el propio sistema político se ha trazado. El transfuguismo, la abstención, la monarquía política, las cuotas y otros tantos temas obligan a repensar lo que tenemos.
Y claro, hay que detenerse a evaluar cómo abaratar esa democracia porque es cierto que es sana, pero más cierto es que es cara.
La JCE entregó a los partidos políticos más de RD$2,500 millones solo para el proceso, incluidos los partidos que no lograron captar un 1% de los dominicanos en el proceso del 2020. Una verdadera parasitosis política que solo afecta al erario y a los impuestos de cada contribuyente.
Si no buscamos las formas de corregir todos estos males y el costo de hacer política, el narcotráfico campará a sus anchas y la falta de propuestas llevará a la abstención a cifras récord en cada proceso.
Nuestros líderes deben verse en el espejo de las democracias famélicas de América Latina, las mismas que han terminado eligiendo a los más creativos e insanos seudolíderes, que terminan por ser "pichoncitos" de dictadores y crean más enfermedades que curas.