Por.- Joaquín Ricardo
Desde su triunfo electoral del año 2020, fue evidente que su elección constituyó un punto de inflexión en la política dominicana.
Con usted arribaba una nueva generación, que debía provocar una renovación de las cúpulas de dirigentes en las principales fuerzas políticas del país.
En las elecciones de este año, el pueblo dominicano volvió a depositar su esperanza en usted. Volvió a confiar en su liderazgo, con su nuevo estilo de gobierno, y en esa generación de funcionarios más joven que la suya, que le acompaña.
Desde el inicio de su segundo mandato, usted envió señales muy claras de tener plena conciencia del papel estelar que le corresponde jugar en este nuevo período.
El conjunto de reformas propuestas, la Constitucional, la Laboral y la Fiscal, Tributaria y del Gasto Público marcaban claramente la senda.
Su voluntad de nunca más ser presidente e imposibilitar una futura reforma constitucional para la reelección, plasmada en la aprobada reforma Constitucional, así como el envío para aprobación por el Senado y la Cámara de diputados de la Reforma Laboral, al igual que el sometimiento de la reforma Fiscal, Tributaria y del Gasto nos llenó de optimismo.
Al presentar la propuesta de Reforma Fiscal, Tributaria y del Gasto Público, la misma recibió el rechazo de muchos de sus puntos principales, por parte de amplios segmentos de la población. El presidente Abinader optó por retirarla y habló de recortes adicionales en el gasto gubernamental.
Desde hace más de una década, los organismos internacionales de financiamiento están abogando por una nueva ola de reformas que le den continuidad a la realizada por el doctor Balaguer en los años noventa, que permitió el crecimiento y el desarrollo que hoy podemos exhibir.
Nos advierten de la imposibilidad de continuar solventando el déficit fiscal con endeudamiento, del enorme peso de la deuda, así como de la necesidad que tiene el gobierno de procurar recursos frescos, mediante nuevos ingresos.
Usted, señor presidente, ungido por la voluntad popular para dirigir los destinos nacionales, está en el ineludible deber de ejercer su liderazgo y trazar la ruta para los próximos 20 años.
En épocas como la presente, de turbulencias e inestabilidades; de inversión de valores e imposiciones de agendas extrañas; cuando una gran ola de inmoralidad gravita sobre el planeta, cuando los caracteres que parecían más firmes se quiebran ante la concupiscencia del dinero; cuando la traición artera recorre las calles y el miedo característico de todo período de decadencia, nos sacude, es necesario que nuestros líderes apelen a los pueblos para que juntos enfrentemos los peligros y los obstáculos del porvenir.
Para ello es necesario que usted cumpla con su deber y realice esa segunda ola de reformas, imprescindibles para continuar nuestro crecimiento y desarrollo, incluyendo la Fiscal, Tributaria y del Gasto, plasmadas en un gran pacto nacional.
De hacerlo, como esperamos los dominicanos preocupados por los retos que enfrentamos como sociedad y como nación, no tendremos que exaltar ni glorificar al político, sino que festejaríamos la virtud del ciudadano que desea lo mejor para su país y que, simplemente, como el soldado romano, ha sabido cumplir con su deber, siempre presto a caer sobre su escudo.
No esperamos más, pero tampoco menos, señor Presidente.